Ser adulto no es fácil, porque significa liberarse de las dependencias, aceptar que no hay otro apoyo más que nosotros mismos y que somos responsables de todas nuestras decisiones.
No espera nada de los demás porque se basta a si mismo, pero sabe pedir cuando necesita y dar cuando lo necesitan a él de la misma forma.
Como no tiene expectativas no se ofende, por lo tanto no genera conflictos, discusiones o peleas. No le interesa hacer ningún reclamo porque no espera reconocimiento alguno ya que le alcanza con lo que él piensa de si mismo y sabe que a la larga todo lo que tiene que ser llega.
No se ata a nada y puede hacer y deshacer libremente porque está tranquilo y relajado.
Sabe escuchar y habla poco pero está atento siempre a todo y es plenamente consciente de sus actos.
No da para recibir a cambio porque sabe que la ley de causa y efecto no funciona de esa forma, que todo lo que uno da vuelve con creces pero por otras vías que no son las que uno cree.
Tiene convicciones firmes porque cree en su propia filosofía de la vida y piensa, habla y actúa en forma coherente.
Está dispuesto todos los días a empezar de nuevo con entusiasmo, porque sabe que en la vida todo termina alguna vez y que siempre hay que volver a empezar de cero.
Es considerado con los demás, no hace esperar a nadie, permite al otro pasar primero, cede el asiento al que está en inferioridad de condiciones, es discreto y le gusta mantener el perfil bajo.
Respeta a todos por igual, sin discriminar a nadie, es compasivo y sabe controlar sus impulsos.
No necesita agredir a nadie porque reflexiona antes de reaccionar, lo que le permite darse cuenta que el que lo ofende es porque tiene un nivel de conciencia más bajo.
Puede aceptar comprometerse afectivamente porque se da cuenta que esa condición no limita su libertad sino que le permite desarrollarse en todos los aspectos.
Tampoco envidia a nadie, porque no se compara con los otros ya que él es su propio límite.
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